viernes, diciembre 18, 2009

¿Vamos hacia una ciberpolítica?


Belén Amadeo (16/12/2009):
Más aún, poco a poco se van sumando otras nuevas tecnologías: los mensajes electrónicos, los blogs , los sitios web de los candidatos, las redes sociales locales y globales y los mensajes de texto al teléfono móvil, entre otros medios.
La necesidad de acercamiento entre gobernantes y gobernados da lugar a páginas web oficiales en las que el residente de localidades grandes y pequeñas accede a todo tipo de servicios. Esto lleva el nombre de “gobierno electrónico”.
Ahora bien, esta nueva tecnología, ¿nos llevará desde la democracia representativa –en la que los candidatos que elegimos generan leyes y toman decisiones en nuestro nombre– hacia una democracia directa en la que, con un solo clic en nuestros teclados, nosotros mismos podamos decidir sobre los temas que nos interesen como ciudadanos?
No. Ninguno de los avances técnicos implica democracia directa. Por mucho que tarde o temprano se instaure el voto electrónico –como de hecho hoy se da en países tan complejos e hiperpoblados como Brasil e India–, seguimos viviendo en una democracia representativa. Esto es, votamos candidatos para que nos representen en la Asamblea Legislativa, en el Poder Ejecutivo o en el gobierno local. La democracia directa implica que cada ciudadano opina y vota directamente sobre cada asunto en cartel y que ese voto es vinculante.
El ciberespacio nos da la posibilidad de votar sobre cualquier tema, nos permite dejar en claro nuestra opinión sobre algún asunto, y convocar gente para manifestarse a favor o en contra de alguna política determinada. Por el momento, se trata de votaciones no vinculantes, más parecidas a encuestas de opinión que a un voto que tiene consecuencias políticas concretas para la comunidad. Pero para modificar el sistema político hace falta mucho más que poder votar sobre cualquier tema. Hace falta legitimar y legalizar ese voto.
No todas las democracias están preparadas para enfrentar el desarrollo tecnológico necesario para que toda la población acceda a la información on line y supere tradiciones culturales, educativas, partidistas y hasta feudales en algunos casos.
Las nuevas tecnologías no nos pueden llevar a una democracia directa por sí solas. Para llegar a eso haría falta un cambio medular del sistema democrático tal como lo conocemos hasta el momento, sin contar, por supuesto, con un inmenso avance tecnológico generalizado y una nueva forma de concebir el servicio público. Nada de esto parece viable o buscado. Al menos por ahora.
Al mismo tiempo, la incorporación de internet al uso habitual de los ciudadanos generó otro interesante debate entre teóricos optimistas y pesimistas. Los pesimistas destacan que el anonimato y la falta de restricciones y de sanciones en la red hace posible la presencia de sitios en los cuales se publicite la violencia, el fanatismo de cualquier índole, el estupro o el terrorismo. De este modo, las redes informáticas crearán una nueva era de conflictos y desinformación. Por otra parte, afirman que votar en asambleas virtuales no tiene nada de debate democrático: al optar por los lugares que visita en la red, el ciudadano se protege de las ideas que le disgustan, cerrando el ámbito de debate a un círculo muy reducido de sitios, cuando lo positivo de una democracia es intercambiar opiniones con quienes disienten con uno. Otra crítica pesimista es que internet tiene demasiada información que se contradice y no toda es correcta. Según ellos, el público está desinteresado e intencionalmente desinformado.
Los optimistas, por su parte, consideran que el acceso ilimitado a la información nos hará más activos y más conocedores de los asuntos de gobierno. Al hacer la información accesible a todos los ciudadanos, afirman, y al darles participación en los debates, habrá mayor concientización política en los ciudadanos, mayor transparencia de gestión y mejor capacidad a la hora de tomar decisiones. También consideran que la red nos llevará a un paso superior de democracia por medio de los encuentros municipales y la comunicación inmediata sobre la toma de decisiones políticas. Habrá acceso a nuevos partidos, intereses e ideas en debate.
No obstante, esta discusión debe ser superada porque internet no es más que un nuevo canal de manifestación pública –sin duda uno muy poderoso, pero solo un canal–. Como tal, ayuda a describir las características de la nueva cultura política democrática y permite que todas las instituciones sociales se vean reflejadas sin excepción logrando así una mayor exposición de la sociedad y control por parte de sus individuos.
El progreso de la comunicación se ha dado tan rápido en los últimos años que no sabemos cómo será el sistema de información en veinticinco años más. Si se tiene en cuenta la enorme penetración de internet en las nuevas generaciones, no sería de extrañar que en los próximos años haya cambios muy profundos en la comunicación comunitaria y política. De hecho, algunos ya se están dando, y sería bueno que la clase política pueda amoldarse al nuevo ciudadano, un ciudadano más parecido a un cliente exigente que a un mero espectador pasivo.
URL:http://www.nacion.com/ln_ee/2009/diciembre/13/opinion2187745.html

No hay comentarios: